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Una mirada a las elecciones municipales
A seis meses de las elecciones municipales de 2024 resulta oportuno mirar hacia las pasadas elecciones municipales para explorar qué lecciones pueden derivarse de ellas, si algunas, que ayuden a descifrar lo que podría ocurrir en la primera competencia electoral del año que viene. Muchos dicen que los resultados electorales en febrero marcarán la tendencia hacia las elecciones presidenciales y congresuales, lo cual, de ser cierto, convierten a estas elecciones en una prueba decisiva, además de infranqueable, sobre las fortalezas y las debilidades de las diferentes fuerzas políticas que compiten por el poder. Como nota de cautela, hay que decir que las experiencias en otros países, con programaciones electorales más o menos semejantes a República Dominicana, muestran que esto no necesariamente resulta ser cierto por las variables diversas que entran en juego en los diferentes niveles de competencia electoral.
Como punto de partida hay que señalar que las elecciones municipales de 2020 se llevaron a cabo en condiciones excepcionales que, es de esperar, no estarán presentes ni en 2024 ni en ninguna otra oportunidad. El día de las elecciones -16 de febrero de 2020- se produjo un colapso del sistema de votación electrónica en diversas demarcaciones electorales, lo que llevó a las autoridades de la Junta Central Electoral a suspender dichas elecciones en todo el país, incluyendo en aquellas demarcaciones en que las votaciones eran manuales o en las que el sistema electrónico había funcionado bien. Este hecho desató una ola de protestas en los principales centros urbanos, especialmente en la ciudad de Santo Domingo, que perjudicó enormemente al partido de gobierno -Partido de la Liberación Dominicana (PLD)- por atribuírsele a este la responsabilidad de lo que había ocurrido en el sistema de votaciones. Más tarde, una misión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) determinó que el sistema no funcionó por razones estrictamente técnicas, pero cuando se dio a conocer su dictamen el daño político de este estremecedor acontecimiento ya se había producido.
Las elecciones se realizaron de nuevo el 15 de marzo en un ambiente de gran tensión y movilización de las fuerzas políticas opositoras, especialmente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), el cual terminó ganando la mayoría de las demarcaciones electorales municipales, especialmente las de mayor población, con excepción de Santiago de los Caballeros. Ciertamente, el triunfo electoral del PRM en las elecciones municipales marcó la dirección de lo que habría de suceder en las elecciones presidenciales y congresuales, las cuales también debieron ser pospuestas, esta vez por el impacto de la pandemia COVID-19.
Un hecho notorio de las elecciones municipales de 2020 fue la alta abstención. Si se toman las doce demarcaciones con el mayor número de electores inscritos -Distrito Nacional, Santo Domingo Este, Santiago de los Caballeros, Santo Domingo Norte, Santo Domingo Oeste, La Vega, San Pedro de Macorís, San Cristóbal, Los Alcarrizos, San Francisco de Macorís, La Romana y Puerto Plata-, en ninguna la votación llegó al 50%. En ciertas demarcaciones, como en Santo Domingo Este, Santiago de los Caballeros, Santo Domingo Oeste, San Francisco de Macorís y La Romana, entre otros, la participación no llegó siquiera al 40%. En algunos casos la diferencia de votos entre el primero y el segundo lugar fue apenas de algunos miles o cientos de votos, aunque en la emblemática plaza del Distrito Nacional el triunfo del PRM fue con un amplísimo margen, como ya había ocurrido cuatro años antes. Dos variables importantes en las próximas elecciones municipales serán, por un lado, el nivel de abstención -si será mayor, igual o menor que en 2020- y, por el otro, si el cambio de circunstancias políticas tendrá algún impacto en la volatilidad o no del electorado.
En el 2020 fue la primera oportunidad que se implementó la separación de las elecciones municipales de las presidenciales y congresuales que adoptó la Constitución de 2010, esto es, el mismo año, pero con tres meses de por medio entre una y otra. La modalidad que se adoptó en la reforma constitucional de 1994 -separación de las elecciones municipales y congresuales de las presidenciales con dos años de diferencia- fue criticada porque mantenía al país en una constante competencia electoral, mientras que el modelo de celebrar todos los niveles de elección el mismo día fue criticado también por entenderse que el arrastre presidencial impedía el desarrollo de liderazgos locales.
No existe un diseño perfecto de cómo organizar la distribución de los diferentes niveles de elección. El que se adoptó en nuestro país tiende a fomentar el abstencionismo, primero porque las elecciones municipales no generan igual interés que las elecciones generales, y segundo porque en este caso las elecciones se celebran el mismo año, con un corto tiempo de diferencia, lo que impone una carga al electorado de tener que recurrir dos veces a las urnas en un tiempo relativamente corto. Es lógico que las elecciones presidenciales y congresuales generen más interés en los votantes que las elecciones municipales, por lo que tendremos que acostumbrarnos a porcentajes de abstención mucho más altos en estas últimas, lo que tiene su impacto en la competencia electoral pues es un ambiente de baja participación la capacidad de movilizar los electores el día de las votaciones juega un papel crucial en demarcaciones en las que las diferencias entre un partido y otro no sea muy grande.
Además del diseño institucional, el contexto específico de cada proceso electoral juega un papel importante. Está por verse cómo se comportará el electorado, especialmente en los grandes centros urbanos, en un ambiente de normalidad política sin el grado de subjetividad y movilización que generó la suspensión de las elecciones en el 2020, lo que, paradójicamente, no se reflejó en una alta participación del electorado el día de las votaciones. Puede vislumbrarse que, dado que las elecciones municipales se gana con una mayoría simple en los cargos uninominales -alcaldes y directores de Distritos Municipales-, el partido de gobierno se beneficiaría de una fragmentación de la oposición, pero si los partidos opositores más importantes se uniesen en todas o en una buena parte de las demarcaciones electorales las elecciones podrían ser mucho más competitivas y, en consecuencia, producir sorpresas que en estos momentos es muy difícil predecir.
Otro aspecto a considerar es si los resultados de las elecciones municipales marcarán indefectiblemente el rumbo de lo que habrá de acontecer en las elecciones presidenciales y congresuales tres meses más tarde. Como primera aproximación es lógico pensar que será así, pero hay que tomar en cuenta que en la competencia presidencial y congresual entran en juego factores distintos que motivarán mucho más al electorado, lo que augura una participación más alta en mayo que en febrero, factor que podría cambiar la dinámica con respecto a lo que ocurra en las elecciones municipales. Más aún, si hubiese una segunda vuelta en la competencia presidencial la dinámica electoral cambiaría todavía mucho más, por lo que hacer predicciones, desde ya, en el sentido de que quien gane las elecciones municipales habrá de ganar las elecciones presidenciales resulta un tanto riesgoso. Solo el tiempo dirá.
Tomado de Diario Libre