ANDRÉS BAUTISTA Y DAVID ORTIZ ENCABEZAN APERTURA EN SAN JUAN
La oscura historia detrás del salami que acompaña el desayuno tradicional de República Dominicana
Estaba sentada en un café de hotel en la ciudad dominicana de La Romana cuando la camarera deslizó mi plato del desayuno frente a mí. Era un «plato típico», el desayuno dominicano que me obsequiaban por mi estancia.
Al verlo noté que era una pesada combinación de puré de mangú (plátano), huevos fritos, rodajas de queso frito y rebanadas de un crujiente, frito y extrañamente adictivo salami, lo cual parecía ser la última cosa que debería estar comiendo en un día sofocante.
Solo había estado en República Dominicana unos días y ahora sabía que este era el desayuno tradicional. Lo vi servido por todas partes, casi todos los días, y era francamente delicioso.
El salami es un elemento básico dominicano. Se come en trozos en espagueti con salsa de tomate, guisado con pimientos y cebollas, mezclado con arroz o en rodajas gruesas fritas.
Me lo sirvieron en cada una de esas variedades a lo largo de mi viaje. Era muy sabroso, pero todavía estaba un poco desconcertada.
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Me preguntaba cómo una carne procesada se había convertido en un ingrediente tan básico aquí.
Parte de la popularidad del salami es debida a que es barato. Otra razón es el entorno, pues las fallas de electricidad y la falta de refrigeración hacen que tengan alta demanda las proteínas totalmente cocidas.
Pero cuando le pregunté a un médico estadounidense que había trabajado en República Dominicana durante décadas sobre la fascinación por el salami, dijo que había otra razón, una que involucra dos regímenes totalitarios, racismo profundo, el ingenio humano y la Segunda Guerra Mundial.
Con el paso del tiempo, le pregunté a dominicanos conocidos y desconocidos sobre el origen, pero nadie sabía de ese pasado.
No fue hasta que oí hablar de una pequeña comunidad judía en la ciudad de Sosúa que encontré las pistas a seguir.
Eso me llevó al Museo Virtual Sosúa, un archivo histórico en línea de una pequeña comunidad de colonos en esa localidad con voces de sus residentes actuales y anteriores, sus hijos, y su creadora, Sylvia Schwarz.
Ella explica que es la hija de judíos europeos, pero creció en República Dominicana. Cuando sus padres, Egon y Hildegard, se trasladaron al país en 1947, fueron negociados de un régimen a otro, pero el país caribeño quería a los judíos ahí.
En la Conferencia de Evian de 1938, una reunión de líderes de 32 países y organizaciones privadas para tratar el tema de los refugiados judíos que huían del nazismo, el jefe militar dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina se destacó como el único líder mundial dispuesto a aceptar un número de asilados.
Pero sus razones eran políticas, no humanitarias.
Trujillo había masacrado a decenas de miles de haitianos durante un conflicto de seis días en octubre de 1937, un evento llamado la «Masacre del Perejil» o «El Corte», mientras que los haitianos la recuerdan como Kout Kout-a (el apuñalamiento).
Independientemente del nombre, fue un malévolo experimento del mismo tipo de limpieza étnica que estaba ocurriendo en Europa, y Trujillo estaba en gran necesidad de un impulso positivo de las relaciones públicas.
El militar estaba obsesionado con la blancura.
Vio la isla La Española como una polarización física entre la luz y la oscuridad, y su misión era mantener la oscuridad a raya.
Conocido por espolvorear su propia piel para hacerla parecer más blanca, Trujillo vio el éxodo de los judíos de Europa del Este, en los tiempos del ascenso de Adolf Hitler al poder y el cierre de fronteras, como una oportunidad para promover su agenda racial.
En la conferencia, Trujillo acordó aceptar hasta 100.000 judíos en su país, con la esperanza de que fueran a procrear con mujeres dominicanas, y entonces dieran a luz bebés de piel más clara.
A pesar de estos motivos siniestros, su oferta también era una oportunidad de sobrevivencia que no podía dejarse pasar.
El país caribeño emitió cerca de 5.000 visas a judíos de 1938 a 1944, pero debido a problemas para su traslado, las tensiones políticas y cierta incertidumbre acerca de la reubicación en el país, menos de 1.000 judíos llegaron a la República Dominicana.