El 2028 aún no está escrito

Por Pedro Guzmán
La política dominicana vive, una vez más, en la antesala de un gran debate: el camino hacia las elecciones de 2028. En el ambiente, cargado de tensiones, especulaciones y pronósticos, algunos sectores de la oposición se muestran confiados, como si el triunfo estuviera al alcance de la mano. Sin embargo, la realidad electoral del país es mucho más compleja de lo que se quiere proyectar en discursos cargados de optimismo. El escenario que viene estará determinado por variables que no dependen exclusivamente de la oposición, sino sobre todo por cómo evolucione el Partido Revolucionario Moderno (PRM) en los próximos tres años.
El argumento que circula en los análisis políticos recientes es claro: para que la oposición pueda proclamarse ganadora en 2028 se requieren al menos tres condiciones. La primera, que el PRM permanezca en su peor momento político, sin capacidad de recuperación. La segunda, que la maquinaria electoral oficialista no despierte, pese a que la experiencia demuestra que cuando se activa es capaz de transformar el escenario con rapidez. Y la tercera, quizá la más decisiva, que el candidato presidencial que elija el PRM sea débil. Es decir, que carezca del liderazgo y la proyección nacional suficientes para retener el poder frente a una oposición que, aunque dividida, se muestra expectante.

No obstante, incluso en su actual desgaste, el PRM conserva una fortaleza que no se debe subestimar. Las encuestas todavía le otorgan entre 39 y 40 por ciento de apoyo, un dato nada despreciable en el marco de una crisis de confianza. Es una cifra que revela la estructura sólida del partido y su condición de principal fuerza política del país. Más aún, recuerda que la maquinaria del PRM, cuando se organiza y toma las calles, altera significativamente el panorama electoral. La oposición no puede limitarse a esperar el desgaste del gobierno; debe presentar una propuesta más audaz y creíble, capaz de seducir a un electorado que sigue valorando la capacidad de gestión del partido oficial.
Aquí entra en juego un factor crucial: el candidato presidencial del PRM. No es exagerado decir que el futuro inmediato del PRM dependerá en gran medida de esta decisión. Entre los aspirantes que se perfilan hay figuras con suficiente fuerza política, imagen pública y experiencia de gestión como para competir de manera exitosa incluso frente a una amplia alianza opositora. De hecho, algunos analistas sostienen que al menos dos de esos posibles candidatos no solo garantizarían la continuidad del PRM en el poder, sino que obligarían al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) a acercarse o coincidir con el oficialismo en determinados temas, debilitando así la estrategia de la Fuerza del Pueblo.

Por su parte, el PLD mantiene intacta su vocación de poder. A diferencia de otras organizaciones políticas que se resignan a la marginalidad, el PLD no ha renunciado a disputar la conducción del Estado. Ese instinto lo llevará a buscar acuerdos, a recomponerse y a ensayar nuevas rutas de acercamiento al electorado. Pero esa vocación no garantiza resultados automáticos: la historia demuestra que todo dependerá de las decisiones internas, de la capacidad de renovación de su liderazgo y de la claridad en su mensaje.
En medio de esta dinámica, la Fuerza del Pueblo sigue consolidando un espacio importante, aunque aún enfrenta la dificultad de presentarse como una alternativa verdaderamente mayoritaria. Su fortaleza dependerá de su habilidad para capitalizar el descontento ciudadano y, al mismo tiempo, de la posibilidad de articular alianzas estratégicas con sectores que le sumen legitimidad.
En conclusión, el 2028 está lejos de estar definido. La política dominicana se mueve con rapidez y en ocasiones de manera impredecible. El PRM, con todos sus problemas, sigue siendo la principal fuerza política y conserva un respaldo significativo. Si logra reorganizar su maquinaria y escoger un candidato competitivo, la continuidad en el poder se vuelve una posibilidad real. Si, por el contrario, fracasa en esa tarea, el PLD y la Fuerza del Pueblo tendrán la oportunidad de reconfigurar el tablero y abrirse paso hacia el poder.
Lo cierto es que ningún actor puede declararse vencedor con tanta anticipación. La historia reciente enseña que las campañas no se ganan en la víspera, sino en la capacidad de conectar con la gente cuando llega el momento de decidir. Y en esa carrera, el terreno aún está abierto.