¿Las cosquillas pueden matar?
Si se hacen suavemente, resultan placenteras, pero cuando duran demasiado tiempo o su intensidad es excesiva, pueden ser mucho más que molestas; por eso, las cosquillas son tanto un clásico del jugueteo y el ligue como un elemento de tortura. En realidad, las cosquillas constituyen una reacción de autodefensa del organismo, es decir, un instinto primitivo que obliga a reaccionar al cuerpo ante situaciones de peligro como, por ejemplo, prevenir los ataques ponzoñosos de una araña o un escorpión que caminan sobre la piel. Esta es la razón por la que no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos: si nuestro cerebro no tuviera la capacidad de realizar un seguimiento de los movimientos de nuestro cuerpo y las sensaciones que causan, sentiríamos constantemente como si nos cepillaran y pincharan, y sería difícil dedicar nuestra atención a algo más. Pero no es así: tu cerebro sabe que los dedos que te pinchan en la caja torácica son tus propios dedos, por lo que marca la respuesta sensorial.
La señal producida por la estimulación de los receptores táctiles de la dermis viaja hasta dos regiones cerebrales: la corteza somatosensorial, que procesa el tacto; y la corteza cingulada anterior, que gestiona la información agradable. Las neuronas de estas áreas desencadenan una respuesta inmediata en forma de bruscos movimientos corporales y una risa nerviosa difícil de controlar.