CEARA HATTON/PACHECO-PALIZA

Nunca como ahora las botellas habían tenido tantos defensores porque esa novedad de ejercer el oficio de la política es una rémora que enaltece lealtades a través de un clientelismo que construye ciudadanía amorfa y de una calidad indeseada la cual dificultad la consolidación institucional de la democracia. Es, en definitiva, una práctica deleznable e irracional que conjuga el tigueraje político con la acumulación de populismo de un anacrónico sistema de repartos irracional.

El asunto de los protagonistas del drama en torno al Ministerio de Medio Ambiente no es personal; es la contradicción de dos visiones de concebir el ejercicio de la política. Lo lamentable es que se recurra para defender una anomia institucional al espíritu para envilecer en la descalificación personal y a las etiquetas degradantes (propias de los que no tienen argumentos) a personas cuya trayectoria ha sido transparente y éticamente cristalina.

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